jueves, 29 de diciembre de 2011

Viva yo y bien por mí (I)

Falsas apariencias. Pues bien, ha llegado ese punto de mi vida en el que todo va a empezar a ser un cúmulo de ironías.
Mis días felices vienen a ser los más felices que te imagines. Son esos en los que escucho música que me haga bailar, saltar encima de la cama, fingir que toco la guitarra y despeinarme. No paro de moverme con mis cascos WESC puestos, me río sola delante del espejo de mi habitación; como si hubiera miles de personas viéndome hacer el imbécil un rato, como si tuviera que demostrarle a todo el mundo que soy la más motivada de la faz de la tierra. Y si alguien entra en mi cuarto en esos momentos para que baje el volumen de los cascos que probablemente me estén volviendo sorda no dejo que me hagan parar, les cojo de la mano y les subo a mi cama. A los tres minutos son ellos los que piden una canción más. Todo esto se reduce a un deseo irrefrenable por mantener ese sentimiento el mayor tiempo posible.



No sé cómo decirte que no me haces falta.

Eso y que me gusta lo que tengo.

Me vale con ser una enamorada de la vida en el Upper East Side.

Eso y ser una fanática de la moda californiana

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