domingo, 20 de diciembre de 2015

Sucesos inesperados

Esas canciones que quedaron olvidadas por un tiempo, unos seis años más o menos; demasiado tiempo. La tranquilidad que se que para mi es tan necesaria como la taza de café por las mañanas, a rebosar por culpa de las 8 cucharadas de azúcar. Nunca entenderé por qué ese ímpetu en hacer las cosas tan aceleradamente, que las cosas así hechas nunca salen bien, y siempre lo recuerdo tarde. Y me olvido de la tranquilidad.

Que si no me cuido yo, ¿quién va a cuidar de mí? Que el que más promete es el que menos confía en sí mismo, y más necesita de las mentiras para sentirse bien. Por algo será... No debo fiarme de ellos, "no esperes nada de nadie, nunca", dejar que la vida te sorprenda, que los hechos ocurran porque sí. Por más que le de vueltas a las cosas no van a salir como había planeado, pero siempre lo recuerdo tarde. 

Quedemos para hablar. Quedemos para hablar de nosotros. Vayamos a ese sitio, al que siempre hizo más fácil el perdonarnos, que llorar nunca sienta mal, pero ya está bien.    

He vuelto a llamarla, la misma amiga de siempre, he vuelto a tener que decir las mismas palabras y volver a escuchar ese "estabas advertida" que tanto duele. Admitir una vez más que solo hay una cosa que haga que me retuerza bajo las sábanas, que duele retorcerse sin poder hacer nada, que eres tú el causante de todo esto.

Cobardes. No se me ocurre un momento en el que no lo fueras.


Y justo ahora, cuando decido tomar el aire antes de acabar este post  voy y sin quererlo te encuentro. Salgo a la calle y sin buscarte te he encontrado. Maldito destino, haciéndome imposible esconder lo que siento. Sin embargo tú sólo has sabido salir corriendo, excusarte y marcharte sin mirar atrás, donde me dejabas a mí. Y qué casualidad, que minutos antes estaba escribiendo sobre eso de que las cosas no salen como planeamos. Qué maldita la vida que hace lo que quiere con nosotros.