miércoles, 29 de febrero de 2012

mentira número 546

Reír, reír a carcajadas, putas carcajadas. Reírme en la cara de alguien, en la mía, por eso de "mírate a ti y luego hablamos". Y si no es reír el verbo adecuado para esta clase de días, supongo que será algo un tanto más belicoso, o agresivo, para que me entendáis. Total, que no tengo ni la más mínima intención de dejar constancia de lo que está pasando por mi cabeza en lo que a él se refiere. A él o a ellos, lo mismo da que da lo mismo.


No sé, me da por pensar que los mejores días son los que transcurren como otro día cualquiera, que no los marcaré en mi calendario con un permanente, todo sea dicho, pero que con el paso de los meses se resumirán con un "que lo bueno dura poco y lo bueno se hace esperar". Pero por ahora todo es mucho más rápido, digo más de lo que debería pero a la vez callo más de lo que había planeado y todo eso "por desgracia para mi y por desgracia para otros", si con otros me refiero a los que han decidido no compartir mis días. Tan rápido que no tienen ni tiempo de cambiar el color de sus uñas antes de acostarse, tan rápido que habla con ella sin mirarle a la cara porque es demasiado cobarde. Pero vaya, que luego resulta que se despiden y a los diez segundos le da por pensar en ella y entonces, sólo entonces, se da cuenta de que no recuerda cuántas pecas tiene alrededor de los labios. Aunque bueno, para mayor dramatismo apuesto a que nunca se ha fijado.



Siento aversión por la sociedad en la que vivo, pasas por el lado de alguien que probablemente necesite de una tarde jugando a las cartas, cosa que le resulta imposible porque no tiene con quién. Y oye, vaya casualidad porque resulta que tú también necesitas compañero para esa tarde. Pero claro, en Zaragoza nadie tiene agallas para hacerse el loco un par de horas o una tarde, dependiendo de cómo vaya la cosa. Claro, que luego son capaces de desear desesperadamente meterle el pepino a cualquiera que vaya lo suficientemente bañada en maquillaje. Y ya me perdonaréis por la expresión, pero es lo que más he escuchado en las últimas horas.

Vaya, que te den por saco. Aunque visto lo visto, parece ser que se te complican las cosas. Y qué cosas.

lunes, 27 de febrero de 2012

Exceso de cafeína



Adivinad. Típico o mítico día en el que meto la pata hasta el fondo. O lo que no es lo mismo, día en el que llegan las consecuencias derivadas de lo que hice esos días en los que sí metí la pata hasta el fondo. Sea lo que sea, hoy ha sido un día cojonudo. Cojonudamente asqueroso. Y oye, manda narices la cosa, porque aunque no os extrañe -cosa que sería lo más normal del mundo-, todo ha sido culpa mía. Bueno, "culpa". Y digo culpa entre comillas porque en mi opinión -humilde opinión- no he llegado a hacer nada lo suficientemente atroz como para añadirlo a la lista de cosas anormales o innecesarias, para ser menos dura conmigo misma, que acostumbro a hacer. Y eso, que maldito sea aquél que escribió el libro de las estadísticas que nunca fallan. Que cuando llevas una semana en el auge de lo que viene siendo tu vida, tu aburrida vida, todo se va al garete, a la porra o como queráis decirlo según el cabreo que llevéis encima.

viernes, 3 de febrero de 2012

Enviar a la papelera de reciclaje

Soy yo, Neila. Aunque no la misma Neila que desperdició un mes entero de verano escribiendo mensajes a California. Podría contar toda la historia para acabar diciendo "Y claro, pensé que escribieno a la nada, como una completa imbécil, arreglaría algo", maldito exceso de tiempo libre. Pero vaya, que no lo voy a hacer, para qué si ya se me han olvidado la mitad de las cosas. Estudio en Zaragoza, esa ciudad que año y pico después sigo sin entender del todo... parece ser grande y estar repleta de callejuelas increíbles pero claro, nunca dispongo del tiempo suficiente como para ir a comprobarlo por mi misma, así que me conformo con ver lo que puedo desde el autobús que me lleva a Delicias. Un poco triste, lo sé. Y más si tenemos en cuenta que lo que pretendía con mi mudanza era meterme en una ciudad más grande que Tarragona, o al menos relativamente grande. Metas a corto plazo Neila, decía el abuelo mientras yo le contaba lo que iba a ser de mi vida universitaria. Y claro, me he dado cuenta un poco tarde de lo que él quería decirme exactamente con eso.


No volver a manchar la mesa con la taza del café, colgar el abrigo en cuanto entro a mi cuarto, mantener los apuntes ordenados medio día, ni que sea, no insultar durante las próximas dos horas y media si por insultos entendemos palabrejas de calibre "memo-estúpido-becerro-alelao". Por algo se empieza. Conseguir aprenderme un chiste de memoria, a parte de ese que decía algo así como "Y entonces cogía un plátano, le echaba sal y lo tiraba por la ventana porque los plátanos con sal no le gustaban". Chiste que por cierto todavía consigue que llore de la risa, qué cosas.

Notas. recuerda que a finales de marzo puedes empezar a ponerte como un tito.

Maldito verano, ¡cuánto tardas!